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jueves, 13 de diciembre de 2012

Veinticinco años, veinticinco libros

Mirando hacia atrás, los últimos 25 años aparecen como un periodo que marca el fin de una era. Ofrecemos 25 libros para entender la dinámica de esta transformación y el mundo que ya está aquí.
El mundo se ha transformado; las reglas del juego han cambiado”, declaró el presidente Barack Obama en su discurso sobre el estado de la Unión de 2011. Obama no explicó cuáles eran las nuevas reglas, ni se detuvo en las causas de esta transformación más allá de una breve referencia a la revolución tecnológica.

Sin embargo, además de esta última, no resultará difícil a cualquier lector identificar los grandes factores de cambio en las relaciones internacionales durante el último cuarto de siglo: el fin de la guerra fría; la globalización y la consiguiente irrupción de nuevas potencias (China en particular); los atentados del 11-S y sus efectos sobre la política exterior de Estados Unidos y la dinámica política del mundo islámico; y la crisis financiera global a partir de 2007. Todos ellos han redefinido gradualmente el contexto de los análisis publicados por Política Exterior a lo largo de los 25 años transcurridos desde su nacimiento y, en su conjunto, parecen dar forma a un periodo de transición que marca el fin de una era.

La interdependencia económica, la redistribución del poder, las amenazas transnacionales, el despertar político de numerosas sociedades y las fuerzas del nacionalismo están conduciendo a un mundo multipolar que alterará la jerarquía entre las potencias; a un entorno en el que la seguridad nacional tiene un componente económico y financiero más que militar; y a un escenario en el que los gobiernos, que compiten con otros actores por la influencia global, han perdido una importante capacidad de maniobra. Aunque la integración en una economía mundial ha transformado la naturaleza de los problemas internos, las democracias occidentales viven paralizadas por el peso de los grupos de intereses y la polarización del sistema político (como en EE UU), por el miedo a la ruptura del pacto social que sirvió de base a su crecimiento tras la Segunda Guerra mundial (en Europa y en Japón), o por la aparente incapacidad para adaptar sus instituciones y prácticas políticas a un entorno radicalmente nuevo (en los tres casos).

Los cambios de este alcance no suelen producirse abruptamente. Pese a la aceleración histórica de los últimos años, las tendencias que permitían entrever algunos de estos resultados fueron analizadas por muchos de los artículos publicados en esta revista, así como por aquellos libros que han investigado las fuerzas que estaban reconfigurando el sistema internacional y los procesos políticos internos. Las páginas que siguen recogen, con la arbitrariedad propia de toda selección, 25 libros que en los últimos 25 años han ofrecido diversas claves sobre esa dinámica de transformación.
En 1987, año que salió a la calle el primer número de Política Exterior, un historiador británico asentado en Yale publicó un inesperado éxito de ventas: The rise and fall of the great powers. Paul Kennedy exami­naba las causas de la caída de los distintos imperios desde 1500 y anticipaba el desplazamiento del poder internacional hacia Asia. Como buen estudioso de las cuestiones estratégicas, y por tanto de la relación entre capacidades y objetivos, Ke­nnedy hizo especial hincapié en la idea de que, con el tiempo, los desequilibrios económicos y fiscales de EE UU irían debilitando los cimientos de su poder. Como había ocurrido con otras potencias a lo largo de la historia, EE UU perdería su posición preeminente como consecuencia de su “imperial overstretch”. Según escribió: “La tarea que afrontan los líderes de EE UU durante las próximas décadas es la de reconocer las grandes tendencias en curso y que necesitarán ‘gestionar’ el proceso para que la erosión relativa de su posición se produzca lenta y suavemente, y no se vea acelerada por políticas que proporcionen beneficios inmediatos pero desventajas a más largo plazo. […] La única amenaza grave a los intereses de EE UU –añadió al final de su libro– puede venir de su fracaso a la hora de adaptarse de manera razonable al nuevo orden mundial”.

La caída del muro de Berlín en 1989 y el reventón de la economía burbuja en Japón en 1990 hicieron olvidar las tesis de Kennedy. Pero 25 años más tarde, el debate en curso sobre el posible declive de EE UU vuelve sobre las mismas causas ya apuntadas por el autor: como un escaso ahorro y un excesivo consumo, los riesgos de la desindustrialización o un déficit fiscal crónico que alimenta una gigantesca deuda nacional. La implosión de la Unión Soviética y la victoria en la guerra fría dio paso sin embargo a la percepción del “momento unipolar”, ocultando por un tiempo algunas de las tendencias estructurales de cambio. Explicar la desaparición de la URSS era una tarea que absorbía por completo la atención de los analistas.

Aunque George Kennan ya había predicho en 1947 que el régimen comunista se hundiría víctima de sus propias contradicciones internas, lo cierto es que el fin del imperio soviético cogió a todos por sorpresa. El embajador de EE UU en Moscú, Jack Matlock, recogió en Autopsy on an Empire (1995) una detallada reconstrucción de la sucesión de acontecimientos –y de la gestión de Mijail Gorba­chov– que terminaron conduciendo, el 25 de diciembre de 1991, a la de­saparición de la URSS. El propio presidente de EE UU, George H. Bush y su asesor de seguridad nacional, Brent Scowcroft, relatarían por su parte en A world transformed (1998) el proceso de desmantelamiento del orden bipolar y cómo sentaron las bases de una nueva arquitectura de seguridad en Europa paralelamente a la reunificación de Alemania.

Más allá de la narración de los hechos históricos y del análisis de la reconfiguración del sistema diplomático, resultaba necesario asimismo identificar aquellas variables que iban a determinar el mundo de la posguerra fría. Con el fin de la URSS terminaba en realidad el siglo abierto con la Revo­lución Rusa en 1917, mientras que el vacío abierto por el fin del bipolarismo obligaba a preguntarse cuáles serían las fuentes de nuevos conflictos.

Desaparecido el comunismo, ¿qué vendría a continuación? Un joven asesor del departamento de Estado de EE UU, Francis Fuku­yama, ofrecería una versión “optimista” en un polémico artículo luego convertido en libro (The end of History and the last man, 1992), en el que pronosticaba la universalización de la democracia liberal como forma natural de gobierno. La perspectiva “pesimista” vendría de la pluma de su antiguo profesor en Har­vard, Samuel Hun­ting­ton, quien encontraría en el choque entre civilizaciones la principal causa de futuros conflictos (The clash of civilizations and the remaking of world order, 1996).

Paradigmas y debates conceptuales al margen, en los años noventa nos encontraríamos en los Balcanes y en África con conflictos étnicos y religiosos que reflejaban el regreso, más que el fin, de la Historia. El genocidio en Ruanda planteó graves cuestiones morales y de responsabilidad internacional, mientras que la violencia en Bosnia y Kosovo –en el corazón mismo de Europa– ponía a prueba la capacidad del Viejo Continente para resolver un conflicto en su territorio. Episodios como estos obligaban a plantearse qué tipo de orden internacional cabía esperar en el siglo XXI, como hicieron, entre otros, el diplomático británico Robert Cooper (The breaking of nations, 2003) y el politólogo francés Pierre Hassner (La violence et la paix, 2000).

En contradicción con el regreso de los nacionalismos excluyentes, el fin de la guerra fría había acelerado ese proceso de superación de las fronteras a través de la convergencia de mercados y tecnologías que conocemos como globalización. El periodista Thomas Fried­man popularizaría la idea en The Lexus and the olive tree(1999), de que “la globalización no es una tendencia, sino un sistema internacional; el sistema que ha sustituido al viejo sistema de la guerra fría y que, como él, tiene sus propias reglas y lógica que, directa o indirectamente, influyen en la política, el medio ambiente, la geopolítica y la economía de, virtualmente, todos los países del mundo”.

Presuponer que la globalización resolvería el problema del orden internacional no dejaba de ser una forma de triunfalismo que olvidaba las lecciones de la Historia, como bien señaló el profesor de la London School of Economics John Gray en False Dawn (1998): “Un libre mercado mundial no se autorregulará, como tampoco lo hicieron los libre mercados nacionales de otras épocas. (…) A menos que se reforme radicalmente, la economía mundial corre el riesgo de fragmentarse en una trágica repetición de las guerras comerciales, devaluaciones competitivas, co­lap­so económico y convulsiones políticas de los años treinta”.

En este contexto de supuesta unipolaridad norte­americana y en el que parecía que la globalización dominaba las relaciones internacionales, el mundo se dio de bruces con los atentados terroristas del 11-S. Tras una larga sucesión de incidentes –el asalto en La Meca en 1979, el asesinato del presidente egipcio Anuar el Sadat en 1981, la creciente polarización en Pakistán a lo largo de la década de los ochenta o la guerra civil en Argelia a principios de los años noventa– los atentados de 2001 en EE UU confirmaban la brutal irrupción del islamismo radical.

El periodista pakistaní Ahmed Rashid, que había publicado meses antes Taliban: Islam, oil and the new great game in Central Asia (2000), reveló lo que estaba pasando en Afganistán tras la retirada de Moscú. Los talibanes, esos barbudos enemigos de la globalización, habían ofrecido refugio a Osama bin Laden y a su grupo de terroristas. Como el fin de la guerra fría, el 11-S originaría un nuevo aluvión de libros que trataban de identificar las causas del fenómeno y sus implicaciones para el mundo del siglo XXI. Entre ellos, cabe destacar dos obras maestras de investigación: Steve Coll, Ghost Wars (2004), y Lawrence Wright, The Looming Tower (2006).

El 11-S no modificó la estructura del sistema internacional, pero sí la política exterior de la superpotencia. El periodista James Mann describiría en Rise of the Vulcans (2004) la visión del mundo de los asesores de George W. Bush y su pretensión de cambiar el statu quo de Oriente Próximo por la fuerza de las armas, comenzando por Irak; una guerra que, además de su coste humano y financiero, acompañará a la de Vietnam como ejemplo de error estratégico. La invasión de Irak encontró un brillante cronista en George Packer (The Assassins’ gate, 2005).
Irak y Afganistán marcan probablemente el fin de las grandes intervenciones militares terrestres por parte de EE UU. La guerra de Libia, con fuerzas más flexibles, y con un un reparto de tareas entre Washington y sus aliados, refleja un modelo más adecuado a los nuevos tiempos. Además de los claros límites del poder militar para resolver los problemas políticos internos de otros paíeses, no pueden desconocerse las cargas financieras ni las implicaciones geopolíticas de los de­safíos económicos en un mundo interdependiente. La crisis financiera global no solo está reduciendo la primacía económica de EE UU –de la que depende en último término su capacidad militar–, sino que al mismo tiempo ha puesto en discusión el capitalismo occidental como modelo de referencia.
Si es importante entender las raíces de la crisis (como hace el economista indio Raghuram G. Rajan en Fault lines, 2010), también lo es analizar el cambio estructural que se está produciendo en la economía mundial, impulsado por la revolución tecnológica y de las comunicaciones y por el diferencial de crecimiento entre las democracias avanzadas y los grandes países emergentes. Como señala el premio Nobel de Economía Michael Spence en The great convergence (2011), hay razones para el optimismo: el mundo de mediados de siglo será mucho más rico que el de hoy. Ahora bien, esa nueva etapa de crecimiento se deberá en gran medida a la expansión de las clases medias en China, India, Brasil, Indonesia, México, Turquía o Suráfrica.

Ni el fin de la guerra fría ni el desplazamiento del poder internacional parecen beneficiar a Europa. Su brillante recuperación desde la Segunda Guerra mundial y la construcción de una experiencia de integración supranacional, única en el mundo –magistralmente narrada por el británico Tony Judt en Postwar (2005)– ha llegado bien a sus límites, bien a un nuevo salto cualitativo en la integración. No parece haber, sin embargo, ni un consenso de las opiniones públicas europeas ni un claro liderazgo en la Unión. La crisis del proyecto, descrita entre nosotros por el profesor de Ciencias Políticas José Ignacio Torreblanca (La fragmentación del poder europeo, 2011) tiene mucho que ver con las actuales dificultades económicas. Pero también con la pérdida de referencias históricas de las nuevas generaciones de europeos y con la falta de una definición estratégica sobre el papel de Europa en el mundo del siglo XXI.

Si hay una historia que defina el último cuarto de siglo es sin duda el cambio en la estructura de poder internacional, con el desplazamiento del centro de gravedad económico y político desde el mundo euroatlántico hacia Asia. Es un error pensar que el peso económico de las potencias en ascenso no tendrá consecuencias estratégicas. Si Asia es más relevante lo es en gran medida por el auge de China, derivado de la decisión de sus líderes de integrarse en la economía mundial; un proceso descrito por el profesor de Harvard Ezra Vogel en Deng Xiaoping and the transformation of China (2011). Resulta plausible pensar que una China que se convertirá en la mayor economía del planeta antes de que termine esta década quiera modificar el statu quo. Algunos autores, como el periodista Martin Jacques (When China rules the world, 2009) vaticinan que Pekín impondrá las nuevas reglas; sin embargo, al menos durante las próximas tres o cuatro décadas, Pekín no piensa en sustituir a Washington como principal potencia global. Otra cosa es que esté dispuesta a aceptar una posición subordinada a EE UU en Asia. El ascenso de China transforma inevitablemente el orden regional de posguerra, y una Asia más integrada e interdependiente, en la que potencias como China, India, Japón, Corea del Sur o Indonesia institucionalizan crecientemente su cooperación, dejará sentir su peso a escala global.

Desde Europa se ve con inquietud su pérdida de relevancia frente a estos gigantes. Pero si las circunstancias indican que una mayor integración es la única manera de contar con peso político en el mundo, la crisis empuja por el contrario a preocuparse por los intereses propios y a desconfiar del exterior. Ante un cambio de ciclo histórico que requiere una visión estratégica a largo plazo, nos encontramos con una crisis de liderazgo y unos desequilibrios estructurales de difícil solución, agravados –como ha escrito perceptivamente el economista Dani Rodrik (The globalization paradox, 2011)– por la inevitable tensión entre globalización, Estados nacionales y democracia.

Un dilema al que tampoco escapa España, tras conseguir en estos 25 años su completa integración internacional tras décadas de aisla­miento. La obra coordinada por el profesor de la Universidad Complutense Juan Carlos Pereira, La política exterior de España, 1800-2003 (2003), con la participación de buena parte de los expertos españoles en la materia, ofrece la perspectiva histórica y los elementos para adaptar la diplomacia de nuestro país a las necesidades actuales, cuando se trata de buscar influencia –más que poder– y maximizar nuestras opciones como potencia media, creando una red de socios estratégicos y proyectando nuestros activos de alcance global como la lengua y la cultura. La crisis ha hecho evidente la dimensión exterior de nuestros problemas (y de las soluciones a los mismos); sin embargo, sigue existiendo una escasa internacionalización de nuestras estructuras –en el sistema educativo en particular– así como una reducida curiosidad por los asuntos exteriores.

Al comenzar la segunda década del siglo XXI, el peligro es que lo que comenzó como una crisis financiera provoque una reacción contra la globalización y dé paso a un nuevo choque entre intereses nacionales, como explica el columnista del Financial Times Gideon Rachman en Zero-sum world (2010). El desafío consiste en adaptar el orden multilateral a las fuerzas de la integración económica para facilitar de ese modo la gobernabilidad global. Pero ¿cómo hacerlo? ¿Qué sustituirá al viejo orden? ¿Qué tipo de tensiones puede provocar la transición a un nuevo sistema internacional? ¿Podrán las grandes potencias cooperar entre sí? ¿Podrá EE UU mantener su capacidad para reconfigurar el orden internacional que él mismo creó después de la Segunda Guerra mundial? Estas son algunas de las preguntas a las que trata de responder el profesor de Princeton G. John Ikenberry en Liberal Leviathan (2011).

Hemos llegado al final de una época. El sistema internacional no parece encajar con las nuevas fuerzas políticas, económicas y sociales. Se cree que la integración económica es irreversible y que la revolución tecnológica creará una convergencia mundial, pero lo mismo se pensaba a principios del siglo XX (con el resultado conocido). La incertidumbre propia de una etapa de transición nos lleva a concluir con un libro no escrito en los últimos 25 años, sino en 1939: The twenty years’ crisis: 1919-1939. En este trabajo pionero de las relaciones internacionales como disciplina, Edward H. Carr señalaba de manera convincente que, pese al choque de interpretaciones, el origen de la convulsión internacional del momento –el periodo de entreguerras– no era otro que la superación definitiva de las circunstancias que ha­bían hecho posible el orden del siglo XIX. Nos encontramos en un mundo muy diferente pero, al igual que entonces, las reglas del juego han cambiado mientras las nuevas aún están pendientes de definición. También como entonces, uno de los principales obstáculos a la formación de un nuevo orden es la insuficiente comprensión de la verdadera naturaleza de la crisis.

VEINTICINCO LIBROS
Paul Kennedy, Auge y caída de las grandes potencias (Debolsillo, 2003).
Jack Matlock, Autopsy on an Empire, (Random House, 1995).
George Bush y Brent Scowcroft, A world transformed (Knopf, 1998).
Francis Fukuyama, The end of History and the last man (The Free Press, 1992).
Samuel Huntington, El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial (Paidós, 2011).
Robert Cooper, The breaking of nations: Order and chaos in the twenty-first century (Atlantic Books, 2003).
Pierre Hassner, La violence et la paix (Seuil, 2000).
Thomas Friedman, The Lexus and the olive tree (Farrar, Straus and Giroux, 1999).
John Gray, Falso amanecer: los engaños del capitalismo global (Paidós, 2001).
Ahmed Rashid: Taliban Islam, oil and the new great game in central Asia (I.B. Taurus, 2000).
Steve Coll, Ghost Wars: The secret history of the CIA, Afghanistan and Bin Laden (Penguin, 2004).
Lawrence Wright, La torre elevada: al Qaeda y los orígenes del 11-S(Debate, 2009).
James Mann, Los Vulcanos: el gabinete de guerra de Bush (Al-Andalus y el Mediterráneo, 2007).
George Packer, The Assassins’ gate: America in Iraq (Farrar, Straus and Giroux, 2005).
Raghuram G. Rajan, Grietas del sistema (Deusto, 2011).
Michael Spence, The great convergence: The future of economic growth in a multispeed world
(Farrar, Straus and Giroux, 2011).
Tony Judt, Postguerra: una historia de Europa desde 1945 (Taurus, 2006).
José Ignacio Torreblanca, La fragmentación del poder europeo (Política Exterior/Icaria, 2011).
Ezra Vogel, Deng Xiaoping and the transformation of China (Belknap Press, 2011).
Martin Jacques, When China rules the world: The end of the Western world and the birth of a new global order (Allen Lane, 2009).
Dani Rodrik, La paradoja de la globalización: la democracia y el futuro de la economía global (Antoni Bosch, 2012).
Juan Carlos Pereira, coord. La política exterior de España, 1800-2003(Ariel, 2003; 2ª ed., 2010).
Gideon Rachman, Zero-sum world: Politics, power and prosperity after the crash (Atlantic Books, 2010).
G. John Ikenberry, Liberal Leviathan: The origins, crisis, and transformation of the American world order (Princeton University Press, 2011).
Edward H. Carr, La crisis de los 20 años (1919-1939): una introducción a la historia de las relaciones internacionales (Catarata, 2004).

Autor: Fernando Delage - Política Exterior 150
http://www.politicaexterior.com

jueves, 6 de diciembre de 2012

IDIOTA

Hace algún tiempo, compré el libro de Plinio Apuleyo Mendoza (Colombiano); Carlos Alberto Montaner (Cubano) y Álvaro Vargas Llosa (Peruano), "EL REGRESO DEL IDIOTA" con prólogo de Mario Vargas Llosa premio Nobel de Literatura 2010. No compré el libro para salir de la idiotez, sino para leer. 

Compré el libro en medio de la campaña para las presidenciales de mayo 2012, donde salió electo presidente, el discípulo de Juan Bosch, el Lic. Danilo Medina Sanchez, a quien debo felicitar, por tan interesante inicio de su presidencia y digo esto, porque mejor de ahí no se podía iniciar un tercer periodo consecutivo y una transición ordenada del mando, en la Republica Dominicana.

El libro según el prologuista, es una espada para luchar contra los jóvenes, que han brindado apoyo político a Fidel, Chavez, Evo, Rafael, Cristina, Dilma, Ortega, Bachelet o sea la juventud de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Nicaragua y Chile no dejando de mencionar a influyentes intelectuales y críticos del sistema mundial.

Para los escritores del  también Manual del perfecto idiota latinoamericano, son jóvenes idiotas, que se reproducen "a la velocidad de conejos y cucarachas, animales de fecundidad proverbial". Dicen que el objetivo es, hacer una frontera entre la izquierda carnívora y la izquierda vegetariana.

"Básicamente lo bueno de la izquierda vegetariana, es haber aceptado que la disciplina fiscal y monetaria es importante, sin ceder a las travesuras keynesianas"

En las mañanas he escuchado al señor Carlos Alberto Montaner hacer uso de la libertad de expresión que vivimos los dominicanos a través de la emisora Zol FM 106,5 en el programa de @MartinezPozo; @laluzjose; @VGomezCasanova; @EuriCabral07; @mariaelenanb y también supe que estuvo hablando sobre medios de información, tecnología y política en el país.

Pienso que como referencia para los economistas que se inician en la comprensión de conceptos básicos para la crítica económica hace bien, pero políticamente contradictorio al convertirse en propaganda confusa contra ricos y pobres.

Verrès05:34

jueves, 11 de octubre de 2012

En los bolsillos




@DaniloMedina a convocado a los sectores del país a la discusión de un pacto fiscal. Esto es bastante incómodo para un político que se estrena en la @PresidenciaRD y para la población, que no quiere que se le meta las manos en los bolsillos el año que viene y para siempre con nada más y nada menos que aumentando entre 2% y 2.5% de lo que produce nuestra economía en desarrollo.

¿Hay que subir la presión fiscal? Si, pero tenemos qué elegir lo que mejor se adecue a largo plazo a la economía dominicana. Yo sugiero subir todos los impuestos que tengan que ver con la contaminación.

domingo, 7 de octubre de 2012

Ecuador se negó a pagar la deuda y prosperó

Como España hoy, hace unos años, Ecuador era el país sudamericano que más parte de su presupuesto consagraba al pago de su deuda soberana. En 2005, Quito atribuyó el 40% del presupuesto público al pago de los intereses de la deuda mientras los gastos de sanidad y educación se reducían al 15%. Se satisfacía primero a los acreedores extranjeros, en detrimento de las necesidades fundamentales de la población. Un endeudamiento ilegítimo, una dependencia económica y financiera y un aumento de las desigualdades constituían las principales características de aquel Ecuador. Ante ese estado de hechos, en noviembre de 2006, a través de la vía electoral, los ecuatorianos llevaron a Rafael Correa a la presidencia de la República. Y con él todo cambió.

Al asumir el cargo en enero de 2007, Rafael Correa preconizó una “Revolución Ciudadana”, no violenta y democrática, que favoreciera la integración, la solidaridad y la equidad. Para alcanzar tales objetivos, era necesario asumir el poder a fin de transformarlo en poder popular, para provocar cambios en las estructuras desiguales existentes, puesto que el verdadero desarrollo sólo es posible a través de la modificación de las relaciones en el seno de la sociedad.

Correa decidió optar por la vía alternativa de dedicar los fondos estatales al gasto social y productivo, reduciendo de forma significativa la proporción del presupuesto asignada al pago de la deuda externa, y aumentando considerablemente la inversión humana. La realización de esta política fue posible gracias, en gran medida, a los resultados de la auditoría de la deuda externa y al rechazo de las deudas consideradas ilegítimas. Para lograrlo, Ecuador tuvo que atravesar un camino plagado de obstáculos.

En el periodo de 1982 a 2006, la deuda externa en su totalidad (privada y pública) no hizo más que aumentar. Las ligeras “correcciones” derivadas de las diferentes condonaciones y renegociaciones nunca llegaron a frenar su vertiginoso ascenso, que pasó de 241 millones de dólares en 1970 a 17.000 millones de dólares en 2006. Representó como media, en el conjunto del mismo periodo, casi el 61% del producto interior bruto (PIB). Ecuador padecía entonces una verdadera hemorragia: si se calcula la diferencia entre las sumas recibidas de los prestamistas extranjeros y las sumas reembolsadas, se constata que la transferencia neta respecto a la deuda era negativa.

En ese periodo, más de 13.500 millones de dólares salieron de Ecuador para reflotar a los diferentes acreedores extranjeros. Así pues, esa lacra se fue transformando en un instrumento de dominación y de expolio de los países deudores, concebido por y para los países acreedores y las instituciones financieras internacionales. Además, Quito transfirió más de mil millones de dólares a los organismos multilaterales –Banco Mundial, Banco Interamericano de Desarrollo, Banco de desarrollo de América Latina, Fondo Monetario Internacional– y, sin embargo, su deuda aumentó.

Los intereses de la deuda representaban, en 2004, el 145% de los ingresos fiscales petroleros y, en 2006, el 200%... Si esta tendencia se hubiera mantenido, Ecuador hubiera agotado sus reservas petroleras en 25 años sin haber invertido esa riqueza en apoyar su desarrollo. Por otra parte, sólo el 14% de las sumas prestadas entre 1989 y 2006 se utilizaron para proyectos de desarrollo (agua potable, energía, irrigación, transportes, telecomunicaciones, infraestructura social y apoyo a las empresas). El 86% restante sirvió para devolver el capital y los intereses de la deuda externa.

El presidente Rafael Correa se comprometió a poner fin a semejante círculo vicioso del pago de la deuda y de acuerdos para la refinanciación de todo tipo. Para ello, creó la “Comisión para la Auditoría Integral del Crédito Público” (CAIC) el 7 de julio del año siguiente. El Gobierno pretendía de ese modo impulsar la identificación de las deudas ilegítimas, tanto con los acreedores multilaterales (BM, FMI, BID) como con los acreedores bilaterales. En base a los resultados de la auditoría, Ecuador renegociaría entonces el pago de la deuda externa. Decidió no pagar las deudas que no hubieran beneficiado a la población o que se hubieran contraído de forma fraudulenta, y emprender acciones jurídicas contra los responsables de la situación de endeudamiento.

La posición de Correa fue clara: la deuda externa se pagará en la medida en que no afecte a las prioridades del desarrollo nacional. Posición que no excluye la opción de una moratoria si la situación económica lo exige. El Gobierno se posicionó así como “país acreedor” frente a una deuda ya ampliamente pagada y de la cual una buena parte era ilegítima, lo que justificaba su no devolución.

Un ejemplo de deuda ilegítima fue la decisión del Gobierno noruego de anular la deuda ecuatoriana. A finales de los años 1970, la industria noruega de construcción naval se encontraba en mala situación. Oslo decidió poner en marcha una “Campaña de exportación de navíos” y se aprobaron numerosos préstamos sin considerar la realización efectiva de los proyectos previstos ni la capacidad de reembolso de los países deudores. De los 36 proyectos concluidos con 21 países, sólo dos consiguieron satisfacer su deuda. Ecuador fue uno de los países que no llegó a hacerlo. Gracias a la presión de activistas por la anulación de la deuda tanto en Noruega como en Ecuador, el Parlamento y el Gobierno noruegos terminaron por tomar conciencia de que tales actuaciones eran inadmisibles. El 2 de octubre de 2006, el ministro noruego de Desarrollo Internacional anunció la anulación de la deuda para los países que, como Ecuador, aún debían entonces 36 millones de dólares.

Las renegociaciones con los acreedores internacionales habían empezado en 1983 cuando la deuda comercial de las empresas privadas ecuatorianas pasó a ser responsabilidad del Estado, ya que éstas no tenían recursos para cumplir con sus obligaciones económicas (como pasa hoy en España con los bancos). El proceso de renegociación conoció diversas peripecias, pero las cosas no cambiaron realmente hasta que, en 2007, siete meses después de su elección, el presidente Correa decidió crear la CAIC. Las conclusiones mostraron que numerosos préstamos habían sido concedidos violando reglas elementales del derecho internacional.

Como ocurre hoy en Grecia, en Portugal o en España, esas condiciones de crédito aceptadas obligaron a Ecuador a iniciar reformas estructurales que garantizaran modelos de pago de la deuda, en detrimento del crecimiento económico y de los derechos sociales de la población.

Se llegó así a la sexta renegociación, en noviembre de 2008. Quito decidió suspender el pago de títulos de deuda con fecha de vencimiento, algunos para 2012, y otros para 2030. Rafael Correa propuso una reestructuración de la deuda, no por falta de dinero, sino porque existían indicios de ilegitimidad y de ilegalidad de la deuda. El Presidente Correa señaló que la renegociación debía tener en cuenta, no sólo las exigencias de los acreedores, sino también las demandas del Gobierno, tomando ante todo en consideración las posibilidades de pago del país, únicamente después de haber satisfecho las necesidades sociales del pueblo.

En junio de 2009, Ecuador consiguió readquirir títulos de deuda por valor de 3.200 millones de dólares por sólo 900 millones de dólares, es decir, con una reducción de entre un 65% y un 70% de su valor. Si tenemos en cuenta los intereses que Ecuador ya no tendrá que pagar, puesto que ha comprado títulos que vencen en 2012 y en 2030, el Tesoro Público ahorró en torno a 7 280 millones de dólares para los próximos 21 años. Esto ha permitido encontrar nuevos medios financieros y aumentar el gasto social en la sanidad, la educación, la ayuda social y el desarrollo de infraestructuras de la comunicación.

Como consecuencia, la deuda de Ecuador descendió de 17.475 millones de dólares en 2008 a 13.686 millones en mayo de 2011, lo que representa una reducción de 3.789 millones de dólares. El saldo de la deuda externa pública fue restablecido a 8.705 millones, mientras que el de la deuda privada quedó en 4.981 millones.

Esta actitud original y soberana del Gobierno responde a preceptos precisos inscritos en la nueva Constitución ecuatoriana aprobada por sufragio universal en septiembre de 2008. En especial, el artículo 290 somete todo endeudamiento futuro a las siguientes reglas:

1. Se recurrirá al endeudamiento público sólo cuando los ingresos fiscales y los recursos provenientes de la cooperación internacional sean insuficientes.
2. Se velará para que el endeudamiento público no afecte a la soberanía, los derechos, el buen vivir y la preservación de la naturaleza.
3. Con endeudamiento público se financiarán exclusivamente programas y proyectos de inversión para infraestructuras, o que tengan capacidad financiera de pago. Sólo se podrá refinanciar deuda pública externa, siempre que las nuevas condiciones sean más beneficiosas para Ecuador.

La no devolución de la deuda decidida por Rafael Correa, le ha permitido a Ecuador ahorrar casi 7.000 millones de dólares (intereses incluidos), que se han reinvertido en el ámbito social.

Por otra parte, entre 2006 y 2011, el porcentaje del presupuesto estatal dedicado a la devolución de la deuda pasó del 24 al 7%, mientras que el relativo a los gastos sociales aumentó del 12 al 25%. Además, el crecimiento del PIB alcanzó una media del 4% desde 2006 y de un 7,8% en 2011, lo que permitió financiar el aumento de los salarios, las pensiones y la mejora general de las condiciones de vida.

En mayo de 2010, a raíz de un encuentro con el ex primer ministro griego Yorgos Papandreu, Rafael Correa le aconsejó, pero en vano, que Atenas dejase de pagar su deuda. Le explicó en términos simples pero significativos: “Es la lógica financiera: te caíste, me pagas más y más caro. Cuando la lógica del desarrollo tendría que ser: te caíste, pues te levanto y después ya veremos cómo nos arreglamos”. Reiteró este consejo el 8 de octubre de 2011 a los países europeos afectados por la “crisis de la deuda”, que no es más que un pretexto para la implementación de políticas austeritarias.

Si analizamos las medidas regionales, coherentes con las políticas mencionadas, se puede destacar que en marzo de 2007, siete países de UNASUR (Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Brasil y Uruguay) decidieron restablecer márgenes de maniobra creando el Banco del Sur, una institución financiera que dispondrá de una parte de las inmensas reservas –entre 7.000 y 20.000 millones de dólares– para el desarrollo del continente.

Y Ecuador añadió otros dos pilares a la nueva arquitectura financiera regional con la Declaración de Quito de mayo de 2007. Propone la creación de un fondo de estabilidad regional, el Fondo del Sur, y una unidad de cuenta común que abra el camino a la futura unión monetaria sudamericana. De ahí el SUCRE, o Sistema Unitario de Compensación Regional de Pagos, boceto de una moneda común.

Tras cinco años de Revolución Ciudadana, Ecuador ha logrado encontrarse por primera vez en una situación que le permite realizar una distribución adecuada de la renta y la riqueza, promover la producción nacional, la integración regional, el respeto a los derechos de los trabajadores y la estabilidad económica.
Aunque todavía quedan objetivos por alcanzar, las cifras de la revolución productiva y económica son reveladoras de un cierto optimismo. El paro y los contratos precarios se han reducido, la pobreza ha disminuido. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Ecuador es el segundo país de la región que más ha reducido su índice de pobreza, que ha caído 9 puntos situándose en un 28,6%. En 2011, 650.000 personas salieron de la pobreza.

Gracias al crecimiento económico y a la gestión responsable de las finanzas, la deuda pública en relación al PIB ha descendido a su nivel más bajo en la historia. En octubre de 2011, se situaba en un nivel del 22% (14% de deuda externa y 8% de deuda interna). Ecuador ha conseguido imponerse a la deudocracia. Y ya no está en venta.


-- Carlos Jatativa

viernes, 5 de octubre de 2012

La historia de los árabes

Una de las maravillas de la actividad intelectual es la lectura. Estoy leyendo «La hístoria de los árabes» escrito por Albert Habib Hourani (1915-1993) distinguido estudioso del mundo árabe y de oriente. El diario New York Times expreso que "se trata de historia al mas alto nivel". Si alguien quiere comprender estos pueblos tiene la oportunidad de hacerlo con este libro.


miércoles, 18 de julio de 2012

Ni extorsión ni chantaje

He visto lo declarado por el Diputado Ramón Rogelio Genao y reseñado en los medios de información, de que el "PRSC aspira a tener cuota en el próximo gobierno" solicitando se le otorgue la Presidencia de la Camara de Diputados a el mismo. Que  haría sentir a su partido y a los ciudadanos que el secretario general del PRSC Ramon Rogelio Genao ejerciere presión para obligar con la cuota del 4% para la educación, obligar para una solución del problema de la luz eléctrica en el país, escuchar del diputado esfuerzos para corregir la inseguridad ciudadana. De procurar el acenso de la Republica en lo referente a las inversiones extranjeras y en la exportación Dominicana. Esto demostraría afán por el bien común. Que hace sentir a los demás ese afán de obligar que el 16 de agosto el PLD lo haga Presidente de la Camara de Diputados, Ministro de Relaciones Exteriores, Director del Instituto Postal Dominicano, Gobernador de Santiago, Director del CEI-RD, Embajador, miembro del consejo y etc. Es bueno que Genao y el Senador Vásquez escuchen la voz de su compatriota Salazar “No señor, nosotros no pactamos con Danilo Medina sobre la base de distribución de cargos, sino sobre una agenda programática que fue rubricada en el Palacio de los Deportes y que, básicamente, consiste en las propuestas prioritarias que requiere el país para que siga el progreso”. Que escuchen la voz de Eddy Martínez director del instituto de formación politica Dr. Joaquín Balaguer que exhorta a utilizar el canal del líder del PRSC Ing. Carlos Morales Troncoso. Que sano, cuando un líder político como Reinaldo Pared habla la verdad y da su ejemplo  con actitud firme y fundamentada en la comprensión de la realidad politica y social de nuestro país. Los que participan y comparten la responsabilidad histórica de conducir a nuestra sociedad a un mejor estadio de bienestar y paz no pueden permitirse que individuos con apetencias desmesuradas de mandar por mandar quieran obligar a la mayoría a que se les complazca su ego, hay que responderles que hoy en el estado dominicano se trabaja y no se acepta ni extorsión, ni chantaje.

miércoles, 27 de junio de 2012

Diplomacia Publica

Entendemos por Diplomacia Pública (DP) la serie de actividades que realiza un gobierno nacional en otro Estado, o a nivel global, para mejorar su imagen internacional. De esta manera, además de la Diplomacia “tradicional” –centrada principalmente en la interacción entre gobiernos— los Estados desarrollan acciones dirigidas a los ciudadanos de otros países, en especial a través de los medios informativos (impresos, radio, televisión e Internet). Dichas acciones están orientadas a informar e interesar a la opinión pública del país en que se aplican, de manera que los gobiernos puedan crear un ambiente favorable para avanzar sus propuestas y defender sus principios. Adicionalmente a los medios informativos, la DP involucra a otros actores, como líderes de opinión, organizaciones-no-gubernamentales, académicos, cámaras o grupos empresariales, representantes de la diáspora del país en cuestión, etc. Así, podemos afirmar que la DP es la parte visible de las relaciones internacionales; es decir, las acciones de un gobierno extranjero que son percibidas por la sociedad local. Sin duda alguna, la “diplomacia cultural” forma parte de la DP. Es preciso señalar que la DP no se limita a las relaciones públicas –aunque las incluye- ni es meramente sinónimo de propaganda. En términos generales, la propaganda daña a la imagen del país que la utiliza, al carecer de credibilidad.

martes, 12 de junio de 2012

Venezuela apoya candidatura de Ecuador a la Secretaría general de la OPEP

EFE | VIENA Venezuela apoya la candidatura de Ecuador a la secretaría general de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), un asunto que será tratado el próximo jueves en Viena, durante la 161 conferencia ministerial del grupo. "Nosotros la vamos a apoyar, la candidatura de Ecuador, sí", afirmó hoy el ministro venezolano de Petróleo, Rafael Ramírez, en respuesta a una pregunta sobre la postura de Caracas hacia la aspiración de su homólogo ecuatoriano, Wilson Pástor, a asumir la secretaría general de la OPEP a partir del 1 de enero de 2013. El Gobierno de Ecuador anunció el viernes pasado que había formalizado ante la organización petrolera la candidatura de Pástor para sustituir a su actual secretario general, el libio Abdalá El-Badri, cuyo segundo mandato de tres años expira el 31 de diciembre de este año. "A nosotros nos parece que sería un elemento refrescante dentro de la organización", dijo Ramírez a un grupo de periodistas, al referirse a la posibilidad de que Ecuador, el productor de crudo más pequeño de la OPEP (con menos de 500.000 barriles diarios, frente a los 10 millones de barriles diarios de Arabia Saudí, el mayor exportador del mundo), asuma el máximo cargo de la organización. Reconoció, no obstante, que la decisión requerirá aún de un debate en el seno del grupo de doce países. "Hay bastantes candidatos, eso es bueno porque abre la discusión", señaló el ministro, y aludió así al hecho de que Pástor compite por el puesto con otros tres candidatos. El Gobierno saudí ha presentado a Mohamad al-Monif, actual gobernador permanente ante la OPEP, mientras que Irak se ha apostado por Tamir Ghadhban, asesor del primer ministro en los asuntos petroleros. Irán, según diversas fuentes no oficiales, ha presentado al exministro de Petróleo Gholam Hosain Nozari como su candidato. "Todos son buenos (...) la fortaleza de cada candidato, es lo que vamos a discutir ahí", señaló Ramírez. Venezuela y Ecuador son los únicos países de Latinoamérica miembros de la OPEP, una organización fundada en 1960 con el fin de coordinar las políticas petroleras de sus miembros para defender sus ingresos.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Negocios en la Republica Dominicana: La observación del Banco Mundial


Doing Business 2012 arroja luz sobre lo fácil o difícil que es para un comerciante, en la Republica Dominicana, abrir y administrar, cumpliendo con las leyes establecidas, una pequeña o mediana empresa. En este informe se observa y compara nuestro país con 183 economías, en cuanto a las facilidades, para crear una empresa, manejo de permisos de construcción, acceso a la electricidad, registro de propiedades, obtención de crédito, protección de inversionistas, pago de impuestos y declaración de quiebra.
La Republica Dominicana también puede compararse con 32 economías de America Latina y el Caribe. Los indicadores se utilizan para analizar resultados económicos e identificar que reformas han funcionado, donde y porque.


Espero que el compañero Danilo Medina observe con atención este informe y procure las leyes y acuerdos necesarios con el sector privado para mejorar en los próximos 4 años, la manera en como constituir, modificar, transformar, fusionar, dividir, disolver y terminar una empresa o sociedad de manera simple, rápida, segura y a un bajo costo y avanzar hacia una modernización que agilice la creación de sociedades, con un registro electrónico seguro y  transparente, acorde a nuestros tiempos, que nos permitirá subir en la categoría de apertura de negocios del ranking del Banco Mundial. Nuestra economía necesita con suma urgencia destacarse mejor en este ranking, facilitar el clima de negocios, esto permite la creación de empleos y riquezas .

martes, 8 de mayo de 2012

¿Qué son los eurobonos?


  • La emisión de deuda conjunta de la zona euro implicaría más Europa
  • Alemania, el mayor detractor de los eurobonos, junto a Francia
  • Los países periféricos de la zona euro serían los más beneficiados




El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, ha anunciado ante el pleno de la Eurocámara que presentará "pronto" varias opciones para poner en marcha los eurobonos. Este simple anuncio ha disparado las bolsas europeas, que han subido con mucha fuerza en la jornada. Loseurobonos vuelven así al centro del debate político y económico.

¿Qué son los eurobonos?

Aunque no hay una unanimidad sobre el término, comúnmente se entiende por eurobonos los títulos de deuda respaldados por todos los países miembros de la zona euro. De crearse, desaparecerían las emisiones de deuda de cada estado miembro. Es decir, que ni España ni Francia ni Finlandia harían ya subastas de letras a tres meses o de bonos a cinco años.
Para que salgan adelante tendría que haber más integración en la Unión Europea. Las economías de los 17 países miembros de la moneda única deberían tener una política fiscal común dictada por un Ministerio de Finanzas supranacional. Además, se tendría que crear una agencia de deuda europea que gestionara la emisión de bonos.
Las primas de riesgo desaparecerían tal y como las entendemos ahora. En estos momentos, la prima de riesgo es el diferencial del bono a 10 años de cualquier país con el de Alemania. Según Juan Ignacio Crespo, analista económico, se compararía el bono europeo a 10 años con el bono de Estados Unidos.

¿A quién beneficiarían los eurobonos?

Sobre todo, a los países periféricos de la zona euro: Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia. En estos momentos, Madrid y Roma serían los más beneficiados porque son los únicos de este grupo de cinco que emiten deuda soberana a largo plazo (los otros tres no lo hacen porque están intervenidos).
En los últimos meses Italia y España han visto cómo se han disparado sus primas de riesgo hasta niveles históricos, hasta el punto de que el BCE ha tenido que comprar deuda soberana de ellos en el mercado secundario. De haber eurobonos, estos dos países repartirían el sobrecoste de su deuda sobre otros, más solventes a ojos de los mercados, como Alemania o Francia.
Otra ventaja de los eurobonos, en este caso para todos los países, es que la zona euro se blindaría ante los ataques de los especuladores. Disparar el diferencial del futuro eurobono -tal y como está ocurriendo con las primas de riesgo de España, Italia o, incluso Bélgica- es mucho más difícil: para ello se tendrían que mover grandes cantidades de dinero "porque el mercado de deuda sería de ocho billones de euros", según Crespo.

¿A quién perjudicarían los eurobonos?

Fundamentalmente a Alemania, uno de los países más solventes del mundo para los mercados. Pero también al resto de países con la "AAA" de las agencias de calificación de riesgos: Finlandia, Francia, Holanda, Austria y Luxemburgo. Todos estos paísesverían cómo pagan más por pedir prestados a los mercados.
Por este motivo, Berlín ha reiterado una y otra vez su negativa a que se pongan en marcha, al menos de forma oficial. Según fuentes diplomáticas, en las últimas semanas la canciller alemana, Angela Merkel, se habría posicionado a favor de algún tipo de fórmula para emitir deuda de forma conjunta.

¿Cuál es la postura del BCE?

En cualquier caso, el Banco Central Europeo ha subrayado que la zona euro ya puede emitir deuda garantizada a través del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera,aprobado el pasado día 21 de julio por el Eurogrupo. Trichet también se ha mostradofavorable a nombrar un ministro europeo de Finanzas.
El Parlamento Europeo se ha mostrado a favor de poner en marcha los eurobonos.

¿Cuál es el mayor impedimiento para que se aprueben?

La necesidad de que haya una mayor integración en la Unión Europea. Algunos estados no están dispuestos a ceder más soberanía a la UE.
Una mención especial merece Alemania. Su Tribunal Constitucional, en la misma sentencia que avaló el primer rescate griego, ha instado a un mayor control del Parlamento sobre el Gobierno y ha cerrado un poco más la cesión de soberanía de Berlín a Bruselas. El fallo, según algunos expertos, ha imposibilitado de facto la emisión de los eurobonos.
Además, hay que tener en cuenta que Francia, al igual que Alemania, se ha mostrado siempre en contra de los eurobonos.

rtve.es PEDRO LÓPEZ MANJÓN